Teatro Juan Ruíz de Alarcón, Centro Cultural Universitario, Mayo 1997.

Si lo real pertenece al terreno de la existencia verdadera y efectiva de las cosas, es algo de lo que ya no podemos estar plenamente seguros, porque la condición humana nos enfrenta con la peor enemiga de la certeza: la duda, indeterminación que elimina al juicio como posibilidad.

Fermento del miedo, la duda ofrece, sin embargo una salida virtuosa: la fe. Creer o no creer en la realidad es una cuestión de fe; por lo tanto, está en nosotros la decisión de considerar los acontecimientos como falsos o verdaderos según nuestra fe autorice o considere oportuno. De ahí que situaciones como la desaparición de la esposa o su posible infidelidad puedan ser asimiladas como parte de una realidad innegable o desechadas como circunstancias inadmisibles

Calogero, como todos nosotros, no posee otra cosa que sus sentidos para conocer la realidad, pero su capacidad de percepción no elimina su sospecha sobre la falsedad o veracidad de lo que se le presenta, sobre todo si su naturaleza obsesionada por los celos le impide considerar la infidelidad de su esposa como posibilidad real en su vida. Muy a su pesar, el mundo de la magia entra en el suyo para salvarlo de si mismo, aunque el nunca se de cuenta.

Sin saberlo, Calogero accede a un nivel de percepción, el que Olga prestidigitadora le ofrece, que rebasa el del filósofo y el del sabio, otorgándole características de iluminado. Pero esta elevada comprensión de las cosas no le sirve para entender y asimilar el curso de los acontecimientos inmediatos en un mundo enmarcado por la mentira y la corrupción.

Carla Faesler